sábado, 9 de junio de 2012

El hombre debería ser manos.

El hombre debería ser manos.

Tendida sobre suspiros mojados
resisto cada choque eléctrico
que tus    d e d o s    me provocan.

El hombre debería ser manos,
no necesita más para hacer vibrar.

El hombre debería ser boca:
lengua sin palabras;
debería nacer con una lengua más    l      a       r       g          a
y usarla sólo para limpiar lugares tristes.

El hombre debería ser labios
y cerrarlos poco a poco dejando entre ellos al pequeño     .     final.

El hombre debería ser dientes,
rasgar todas las pieles hasta crear figurines de placeres;
tallar con colmillos un cuerpo y esculpirlo perfecto.

Debería ser dientes y perforar todas las capas,
crear una fuente de sudor y lágrimas.

El hombre debería ser manos.
debería ser dedos y obligarlos
a bailar tan  àdentroß  como puedan;
debería ser dedos y ponerse a caminar sobre mi espalda
con plantillas de saliva recién formada.

El hombre debería ser manos
y  yo debería estar seca.

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UN LUGAR.

Un lugar

Llévame a un lugar donde haya serpentinas colgando de las nubes,
donde la paz, de tanto irse regrese y se repita;
una habitación, un mundo, universo de  planetas clonados;
quiero pisar una tierra deslavada y transparente,
que mis pies se deslicen sobre el filo de las hojas de plata.

Parece que ya no hay espacio para las aves que escupen arcoíris
y resbalan por los pentagramas
 creados en las líneas de mi frente;
es como si los dardos cargados de fuego
no lastimaran las palabras suicidas
 y poderosas de mi vida pasada.

Los hombres sólo juegan a pender sus cabellos del aire
y subir poco a poco hasta encontrar un sitio carente de obediencia;
juegan con sonrisas ajenas y su crueldad es perdonable
porque desconocen que nacieron con un no entre los labios;
son cuervos color carne masticada
columpiándose para alcanzar un papel comestible.

La cola del papalote toma mi mano y desprende recuerdos,
recuerdos,
recuerdos.

Quiero que mi piel sirva de abono lunar
a una tierra que cargue tus piernas.

Llévame a un lugar donde haya un circo en blanco y negro,
donde un tigre gris se rinda ante el hedor nauseabundo
de la esperanza de gente inmóvil.
Que sea un circo estereotipado pero nuevo.



Las espinas en las voces obligan al respiro de gargantas dulces,
escurre miel rojiza que desmorona mi tierra como un mazapán.
Mis raíces afuera y hacia arriba crean una hoguera que no se desgasta,
     es etérea.

Necesito ir allá,
donde el mareo no es incertidumbre
sino raciocinio controlado,
dosificado
y trasplantando
a otro cerebro más grande.

Los habitantes no dirán la verdad porque no existe
extenderán el idioma de lo adverso.

Hasta que haya una fuente de luz
sabremos de donde viene la magia que guardan
tus verdaderas pupilas tras las falsas.

Aquel lugar viene portando un traje de invierno,
parecido al que usa un artrópodo
para cambiar de vida y combatir reencarnaciones innecesarias.

Llévame a cualquier lugar con corteza de plumas azules,
de susurros cantados y aleteos dentro de mis oídos.

Necesito viajar en globos de azúcar
o                    
en el barco de fresas y moras donde volamos juntos
y tomamos prestadas a las lunas para mandarnos besos disfrazados;
porque esta tierra es una fábula mal contada,
esta tierra se apaga de noche y ya no gira.

GÉNESIS

Génesis
Bajó una estrella para convertirme en astro. No quiso llevarme por miedo a que todos supieran: las estrellas son aliens que vienen a llevarse a la gente y la convierten en luz artificial. La estrella no tenía 5 ni 6 ni 7 picos, era  una gran bola de luz y el brillo me quemó las pupilas, me quedé ciega; olvidé los rostros de la gente de tanto no verlos y le pedí a la estrella que me inyectara en el cerebro un poco de la gente que me quiso: vi a 3 que yo no conocía. Descubrí que el dolor huele a quemado, porque  se incendia cada órgano empezando por el corazón;  descubrí que las lágrimas primero apagan y después ahogan. Con mi cabello transparente logré ahorcar a los enanos que venían mintiendo ser mis hijos,  yo no tengo hijos porque nunca tuve sexo y no soy tan buena como para ser otra virgen María; nunca tuve sexo porque no tengo sexo,  porque no sé quién soy y estoy ciega para aclarármelo mirándome en un espejo,  el hijo de dios no nacerá en mí, yo no cuidaré de esos enanos muertos. Tuve una mascota que me lamió los ojos con una lengua fluorescente que hirvió a los 200 grados centígrados e hirvió en mi garganta hasta  que despertó a mis ojos, dijeron que en este globo no había nada más que ver y volvieron a cerrarse. La última marea me trajo unos ojos nuevos que me colgué en el cuello,  entonces solo podía ver el pecho de la gente,  aprendí a leer el pecho por sus heridas como quien lee la mano por sus líneas, tanta gente herida que mis ojos nuevos también se cerraron. Ahora voy a tumbos por un callejón,  una pared está hecha de  silencios y la otra de gritos callados, hermanos. Al final del callejón hay una película que proyectan en la única pared blanca que quedó en el mundo, la escucho muy atenta y reconozco las voces de quienes no me quisieron, son muchas y me confundo, ellos tampoco me ven porque quedaron atrapados en el pasado de una vida que no comenzó. Vuelvo a pensar que mis piernas sirven para agrietarme cualquier camino, abiertas son llave universal;  la oscuridad mató a los prejuicios y todo es válido si quiero atravesar la pared blanca. Soy inhumana desde que salí de las fauces de una estrella demente y mi cordón umbilical fue la cola de un cometa que pasa cada 300 años y tengo 300 palabras que no quiero decir,  300 espacios vacíos en mi cuerpo que voy llenando con poemas. Voy a tirarme a mitad del cielo para demostrar que la vida es flotar y colgarse del cielo a una mano,  que no hay ecuación más sencilla que la que tiene como resultado al hombre y es resuelta por el hombre, porque en ningún vientre humano nacerá otro hijo de dios.
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